A propósito de la reciente desesperada movida rusa acercándose a China contra EE.UU., como referí en mi columna de ayer, recordemos que en la idea de ganar poder los Estados van perfilando sus acercamientos que terminan sellados en alianzas o pactos. Así ha sido a lo largo de la construcción de la sociedad internacional. En adición, la historia de las Relaciones Internacionales nos recuerda cómo en el siglo XX, en las dos guerras mundiales que soportó el planeta, los Estados se acomodaron en bloques según sus intereses políticos y económicos, principalmente. En efecto, la Triple Alianza y la Triple Entente, lo fueron durante la conflagración de 1914 a 1919, y los Aliados y el Eje, visibles durante la guerra de 1939 a 1945. No debería, entonces, sorprendernos que lo sigan haciendo sin que haya guerra sino solo pugnas, que es distinto. Ahora bien, en la dinámica del poder, aunque éste no tenga moral y no digo que sea inmoral, sino simplemente amoral porque no le interesa el mundo de lo bueno y de lo malo sino únicamente el cosmos de los resultados según sus referidos intereses, los actores relevantes del sistema internacional establecen sus propios límites, fundados en la estrategia para sus esperados resultados. Así, ¿Podrían juntarse China y Rusia con India?. Las alianzas no se hacen en base a criterios absolutos sino circunstanciales, teniendo presente los límites. En esa idea utópica, China y Rusia podrían contemplar formar con India un bloque asiático contra Washington; sin embargo, las alianzas se forjan para el tiempo que las partes así lo quieran siendo conscientes que, de amigos, en poco tiempo podrían convertirse en enemigos. Por esta premisa del realismo político, hay alianzas que jamás se darán por la denominada incompatibilidad sostenida, o más fácil: cero en química interestatal. Así, Chile jamás la tendrá con Argentina. Por todo lo anterior, los rusos, y menos los chinos (Disputa en el Himalaya), se acercarán a la India, porque el país de los brahmanes es visto como un rival geopolítico emergente que preferiría orientarse al Reino Unido por proceso histórico y a EE.UU. por la idea del equilibrio y/o contención que tanto temen los referidos hegemones asiáticos.