Es evidente que los allanamientos y la detención de Nicanor Boluarte y otros personajes, son parte de la guerra abierta que se viene dando entre el Ministerio Público y el gobierno de la presidenta Dina Boluarte, quien sin duda desde hace tiempo tiene mucho que explicar sobre las andanzas de su hermano, que habría estado metiendo las narices en el Estado con fines nada santos y que no se restringen solo a dar consejos a su hermana que un día llegó al poder sin saber cómo.
Sin embargo, llama la atención que detrás de las movidas del hermanísimo que complican seriamente al gobierno enclenque de su hermana Dina, quien más de una vez ha salido en defensa del hoy detenido Nicanor, está la alucinada idea de formar un partido político con la evidente intención de en algún momento postular a cargos públicos, lo que deja en claro que esta gente vive en un mundo paralelo creyendo que tiene alguna posibilidad de contar con el respaldo de los electores.
Nicanor debería saber, para empezar, que si su hermana Dina está en Palacio de Gobierno, es por una absoluta casualidad, y no porque la gente haya ido a las urnas a votar por ella, quien por sí sola no pudo ganar ni la Alcaldía de Surquillo. A eso se suma que ya en el poder, la señora ha dejado en claro que el puesto le ha quedado inmenso, al extremo que hoy su popularidad es de apenas un dígito, por lo que había que ser muy iluso para pensar que si es lanzada en una elección, podría salir ganadora.
Dicho esto, tampoco creo que piensen lanzar a Nicanor, un tipo oscuro que antes llegó a viceministro y allí quedó, y que ya en el gobierno accidental de su hermana ha sido acusado una y otra vez de inmiscuirse en el Estado y hasta de ofrecer cargos y beneficios, todo con la finalidad de lograr armar un partido político que nadie sabe para qué podría servirles, salvo para meterse en más problemas y acabar incluso con una orden de detención preliminar.
Si los hermanos Dina y Nicanor creen tener en el futuro alguna posibilidad de éxito electoral, es porque viven en otro mundo o se han convertido en una muestra viviente de que el poder enceguece a las personas. Miren cómo terminó Nadine Heredia, quien en su momento, mareada por la vanidad y quizá los consejos de algunos ayayeros, se creyó “presidenciable”. Señores Boluarte, más bien preocúpense de sus líos judiciales y la posibilidad de acabar presos de verdad, antes de creer que la gente podría votar por ustedes.