Actualmente en diversos foros de varios países se afirma que la educación a distancia llegó para quedarse. Ciertamente, en el marco de la pandemia del COVID-19 y de cualquier otra emergencia, se justifica esta modalidad pedagógica, sobre todo si son clases virtuales con dinámicas didácticas motivadoras y retroalimentadoras que utilizan preferentemente plataformas de comunicación y cooperación, así como servicios sincrónicos (el maestro se vincula con sus alumnos al mismo tiempo) y asincrónicos.
No obstante, es necesario precisar que las clases virtuales de ninguna manera remplazan a las clases presenciales en la educación inicial, primaria y secundaria. En principio porque en el centro escolar se produce “la mediación pedagógica directa e intersubjetiva del maestro” entre el currículo previsto-programado y los alumnos en un entorno vivencial donde priman los vínculos afectivos docente-alumnos y alumnos-alumnos. No olvidemos que si bien el aprendizaje es individual se da en un contexto social no solo en las aulas, sino también en los campos deportivos, talleres, laboratorios, patios, etc. Es más, son muy aleccionadoras las experiencias en las actividades artísticas, deportivas, recreativas, cívicas, experimentales porque -además de favorecer las inteligencias cognitivas- juegan un rol en el desarrollo de emociones y sentimientos personales y grupales vinculados al desarrollo socio –afectivo de los estudiantes.
Cuando se retomen las clases presenciales (que esperamos sea pronto con las condiciones sanitarias pertinentes) es muy importante avanzar hacia sesiones de enseñanza-aprendizaje que sean interactivas y creativas utilizando medios educativos experimentales, impresos, gráficos, audiovisuales. Y por supuesto, incorporando las herramientas tecnológicas (tabletas, laptops) y los más variados servicios digitales, en base a las experiencias de la actual educación a distancia.