Empecemos por ser realistas. El gobierno de Francisco Sagasti nació fruto de una crisis política, fue un resultado del caos, una salida imprevista. Un día o dos días antes ni Sagasti ni nadie imaginaba que llegarían a Palacio de Gobierno. Es un gobierno basado en la improvisación y el experimento. Así empezó y así deberá continuar. Es lo real y lo incontestable.

Por ello, la designación de Cluber Aliaga como ministro del Interior pareció un reflejo inmediato ante la crisis en torno a la polémica policial. Sin embargo, ello llevó a una situación aún peor. Ya sea porque Cluber Aliaga aceptó para apoyar al sector policial en desmedro del gobierno que lo acogió, ya sea por simple e inocente desconocimiento. Lo cierto es que el renunciante ministro nunca estuvo alineado con la política de Sagasti.

El oficial que antes fue director de la policía en Lambayeque y el Callao, resultó que estaba en contra de lo que propugnaba como estandarte el gobierno al que se plegaba, más pegado a la renovación policial y al golpetazo a la médula resistente de la PNP.

En las últimas horas las evidencias hablan de un intento de Cluber Aliaga de grabar subrepticiamente a la primera ministra. Y de fondo está la declaración y exposición del renunciante ministro en el Congreso, que pone sobre el tapete una arremetida contra la policía sin mencionar a las jóvenes víctimas mortales, Inti y Brayan. Tremendas contradicciones.