Chaveta en mano, los congresistas quieren meter miedo a los periodistas que los investigan, y no han tenido mejor idea que aumentar las penas por difamación, de 2 a 4 años de cárcel. Hasta donde les alcanzó los sesos, creen que en la actualidad el castigo penal no es disuasivo, por lo que deben asustar más al mensajero.
Los remedos de políticos cuestionan al periodismo por destapar los casos de los parlamentarios mochasueldos, viajeros, faltones, inmorales, lobistas, corruptos, vendidos, entre otras hierbas. Es decir, lo que más les duele a los parlamentarios es verse con los pantalones abajo por una prensa que cumple su función: contar la verdad.
Tal como relata Correo, en la primera votación 69 legisladores aprobaron el texto de la Comisión de Justicia y Derechos Humanos, que preside Américo Gonza, investigado por los ascensos policiales. La propuesta es aumentar a 4 años la pena por difamación, lo que puede implicar cárcel efectiva contra los periodistas.
No hay motivo que sustente este revanchismo. No se conoce de algún caso difamatorio que haya causado graves daños a un ciudadano. Por el contrario, gracias a los periodistas se conoce cómo birlan sueldos en el Congreso, cómo gastan dinero en viajes, cómo cobran bonos, entre otras otorongadas.
Si hay algo que les une a la izquierda y derecha peruana es el escozor que les origina una revelación periodística en contra de sus intereses. Se hacen llamar demócratas y apelan a la prensa para hacerle cargamontón al rival, pero rebuznan juntos cuando les pisan los callos, una función natural de los periodistas.
Estemos alertas a la segunda votación en el Congreso, conozcamos quiénes desean apagar el foco de sus reuniones clandestinas, quiénes prefieren el silencio antes que la verdad, quiénes se prestan al juego sucio de unas cuantas bancadas para matar al mensajero. No creo que esa sea la voz de la población a la que juraron representar.