La presidenta Dina Boluarte debería respirar hondo y modular sus modales hacia la prensa, pues al fin y al cabo los medios y los periodistas no tienen la culpa de que acepte “préstamos” de varios miles de dólares de personajes dudosos como Wilfredo Oscorima ni que ande dando versiones contradictorias y tardías sobre el origen de las joyas que muestra en actos públicos que son inmortalizados por el equipo de comunicaciones de Palacio de Gobierno, como para que nadie diga que acá se ha violado el fuero personal o íntimo.
Si la jefa de Estado fue elegida por un partido con vocación totalitaria y antidemocrática que soñaba con adueñarse del poder, tomar los medios y poner a sus periodistas títeres a manejarlos como se hizo en el gobierno del general Juan Velasco, ese es su tema. Pero debería darse cuenta que el Perú aún es un país libre y que la prensa tiene que hacer su trabajo, especialmente cuando las instituciones encargadas de fiscalizar al Poder Ejecutivo no aportar mayor credibilidad ni confianza.
Veamos al Congreso, el que recibe 50 millones de soles adicionales a su presupuesto y da el voto de confianza al equipo ministerial del premier Gustavo Adrianzén, apodado “Gabinete Rolex” por el esfuerzo de sus miembros por blindar a su jefa. Allí no van a mover un dedo en contra de la mandataria. De otro lado está el Ministerio Público, politizado y tomado por facciones que un poco más y a la hora de la salida de agarran con chavetas y verduguillos en plena avenida Abancay. ¿Qué garantía ofrecen?
Por eso es importante el trabajo de los medios, aunque a la jefa del Estado le disgusten al extremo de no dar entrevistas. Por eso la altanería y prepotencia vista en su casi conferencia de prensa del último viernes, luego de la cual habría que ver si alguien se convenció de la vocación compulsiva de su amigo Oscorima por “prestar” relojes Rolex a sus amigos, y de la cajita gastada de joyas de Unique. Como ha dicho ayer en Correo Lima el abogado Enrique Ghersi, debieron buscar una mejor coartada.
El Perú no es el Club Departamental Apurímac, donde la hoy mandataria cortaba el jamón y hacía lo que quería, a juzgar por las cuentas bancarias personales en las que habría movido el dinero de dicha entidad. En un país que se respete y en una democracia, los periodistas hacen su trabajo de poner luces en los gobernantes, especialmente cuando son dudosos y levantan sospechas de sus actos hasta cuando tratan de aclarar sus chanchullos en conferencia de prensa que pasarán a la “inmortalidad”, quizá como la de la intoxicación con bacalao de Alberto Fujimori en 1990 para ocultar que carecía de un plan de gobierno.