Dejamos atrás el 2020, el año más luctuoso que podamos recordar. Y empezamos el 2021 aterrizando en la segunda ola y en la campaña electoral. Nos dijeron que no habría vacunas pero una semana después si las habrá, nos llenaron de temores e incertidumbres y ahora vacunarán a los miembros de mesa en la primera semana de marzo para que cumplan en abril con su deber cívico. Ningún razonamiento ni información da para que esto se produzca. Si la prioridad será el personal de salud y también los mayores, no quedarán suficientes para los que manejen mesas. Pasamos de rebrote a segunda ola, con muertos que comienzan a crecer y camas UCI a decrecer. El colapso sanitario está a la puerta y tras de ella el verdadero fantasma que es la desconfianza y el desconcierto, veneno de cualquier democracia. Todo se ha relajado y pocos creen en la campaña electoral con protocolos a lo que se agrega candidatos que se afirman capaces de asumir el gobierno del Perú al borde del precipicio, cuando la farsa política y la mentira social se han enseñoreado. Muy pocos por no decir nadie, cree en las autoridades, en sus promesas desmentidas por realidades. Tampoco en los periodistas que con raras excepciones han sido comparsa del poder y la ineficiencia de Martín Vizcarra, quien después de ser destituido por incapacidad moral es autorizado a ser candidato. No queremos en el nuevo Congreso gente con sentencias penales pero se acepta algo peor, un presidente vacado con procesos por corrupción que ha hecho de la farsa y la mentira una bandera política. Sin confianza en autoridades, ni credibilidad en la información nada asegura que gane quien lo merece. Necesitamos recuperar nuestro país, la salud del pueblo y nuestra economía, desde el diálogo, la tolerancia y el respeto. Pero vamos en sentido contrario, entre payasadas, mentiras e irresponsabilidad. Con respetables excepciones.

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