El 2024, casi por culminar, deja un balance deslucido de la gestión del Poder Ejecutivo y del Poder Legislativo. El gobierno de la señora Boluarte se inscribe como un periodo de transición desde Castillo hacia un futuro aún incierto. Si bien resulta imposible predecir con exactitud el devenir político a mediano plazo, es cierto que este año concluye marcado por escándalos que van desde encubrimiento y obstrucción a la justicia hasta frivolidades presidenciales, como cirugías estéticas.
A pesar de la reciente realización del APEC 2024, se desaprovechó la oportunidad de comunicar a la población la importancia de las relaciones comerciales entre Asia y el Perú. Por otro lado, inmediatamente, se orquestó la detención preventiva del hermano de la mandataria, en una trama que involucra a la Fiscalía y parte del Poder Judicial.
En paralelo, el Congreso cierra una legislatura igualmente opaca y sin mayor trascendencia. Más allá de la aprobación del Presupuesto y la reforma de la bicameralidad, el Legislativo ha perdido la oportunidad de conectar con la ciudadanía y socializar el impacto del presupuesto aprobado. Se viene un año electoral crucial, y en ese escenario es previsible que, en los primeros meses, ciertos sectores políticos intensifiquen sus esfuerzos por destituir a la presidenta en funciones, buscando así recuperar terreno con miras a las elecciones. Como defensa se recurrirá probablemente a “cortinas de humo” para desviar la atención pública. No sería sorprendente la reaparición de distractivos como supuestos milagros, capturas inesperadas, cortes de energía o incluso el debate sobre la pena de muerte. El tiempo apremia y el margen para unas elecciones transparentes se reduce. El final de este periodo se acerca, y queda por ver si el proceso habrá valido la pena.