La Organización Mundial de la Salud - OMS al final de 2020, dejó entrever que era altamente probable que la enfermedad de la Covid-19, que sigue impactando a la humanidad al inicio de 2022 -van 388 millones contagiados y casi 5,71 millones de muertos en todo el planeta-, podría volverse endémica, es decir, no desaparecer entre los humanos, o si prefiere, mantener una presencia constante o de carácter recurrente. Con lo anterior, ciertamente, aunque la ciencia haya encontrado la vacuna para contrarrestar al coronavirus en tiempo real -10 meses cuando se creía inicialmente que lo sería en 2 ó 3 años-, tendríamos que acostumbrarnos a aceptar al SARS-CoV-2 junto a sus variantes y mutaciones, ligeramente atenuados como pasa con Ómicron. Los que creyeron, entonces, que, hallada la vacuna, estábamos cerrando un capítulo atípico y dramático en el final de la segunda década del siglo XXI, se equivocaron. Con todo lo acontecido en la tercera ola promedio en el mundo, nada nos asegura una realidad ciento por ciento esperanzadora. Normalmente, las endemias suelen darse en lugares específicos, es decir, en una determinada porción geográfica del mundo y derivan de la ocurrencia de epidemias, es decir, de la focalización de una enfermedad con alto impacto en un área localizada como lo fue inicialmente en la ciudad china de Wuhan. Como sabemos, el escenario de la Covid-19 no es el de una epidemia sino de una pandemia, lo que significa que su recurrencia, a pesar de la vacuna, podría darse cíclica o permanentemente en distintos lugares del globo. Que así sea, es casi seguro que la calificación de la enfermedad como endémica, estará asociada a la capacidad de respuesta de los Estados frente al coronavirus. De allí que aquellos países que cuentan con la vacuna, que son la mayoría de los 193 del planeta, y sus poblaciones ya vacunadas mayoritariamente, podrían resultar menos propensas a sufrir los embates de una eventual endemia; sin embargo, la posibilidad de que pueda declararse endemia de la Covid-19 obligará a las naciones ricas y pobres y a sus gobiernos, a establecer políticas de Estado para combatirla. Una endemia colocará en una situación de vulnerabilidad a aquellos Estados que no quieren aceptar la realidad de contarla regularmente, que sería lo mismo que negarla. No es lo esperado de los países.