Tiene razón Nayib Bukele. Las palabras textuales del presidente de El Salvador han sido: “¿Cómo es posible que una organización criminal se pueda agenciar un territorio entero y el Gobierno no los pueda sacar? Porque están en el Gobierno. Parte todo porque en solucionar está la teoría y la ejecución. La ejecución tendrá sus complejidades, pero principalmente hay que partir de la teoría, que no hay Estado que no pueda eliminar la delincuencia”.

Es lo que está pasando en el país. Hace rato. Y, lo peor, es que lo saben todos. Desde el ministro del Interior, Juan José Santiváñez, hasta los comandantes generales de la Policía.

Si el crimen ha llegado hasta estos niveles, es porque el crimen se ha insertado en la Policía. Es porque, como dice Bukele, está en el Gobierno.

¿Acaso no sabe el comandante general de la Policía que existen comisarios asociados a los extorsionadores? Y jefes y mandos, y suboficiales.

Lo ha dicho también, con contundencia, el defensor del Pueblo, Josué Gutiérrez. “Si nos quedamos con 50 mil policías buenos, será suficiente”.

Estamos camino a ser México. ¿O ya lo somos? México se convirtió y sigue siendo un narcoestado porque el narcotráfico se introdujo en todos los niveles del Estado, desde gobernantes financiados desde las campañas municipales y nacionales, hasta seccionar la Fiscalía, el Congreso y el Poder Judicial.

Es la decadencia total.

Es la subordinación abyecta de la ley y el derecho.

Es la sumisión de un país.

Y allí vamos, indolentes, complacientes, sumisos.

Esperamos que extorsionen a nuestros hijos, padres, hermanos, a nosotros mismos. Y para entonces, será demasiado tarde.