Hoy, aún no se define el cuarto gabinete en escasos seis meses del gobierno de Pedro Castillo. Los graves cuestionamientos a Héctor Valer precipitaron su caída dando paso a una nueva crisis sin resolución aún.

El ascenso de Castillo como expresión de los sectores mayoritarios del país, habitualmente desplazados de la toma de decisiones políticas, económicas y sociales, que buscaban una opción de cambio real frente a la extrema desigualdad existente, no ha encontrado capacidad de gestión ni respeto a los principios iniciales.

Esta crisis política, vuelta endémica, producto de la debilidad de los partidos políticos en el Perú, desde la derecha hasta la izquierda, señala un gran responsable con la demolición sistemática de las organizaciones sociales y políticas que el fujimorismo implementó desde 1990, priorizando la actividad privada, destruyendo el aparato social y económico del Estado. Los resultados los hemos vivido durante la pandemia y por eso tenemos que cambiar esta situación.

Pedro Castillo actúa como si estuviera negociando mejores condiciones, mantiene su actuación de corte sindicalista y ensaya mecanismos de sobrevivencia. Primero un gabinete presidido por un duro como Guido Bellido, luego la concertación con Mirtha Vásquez y finalmente falló estrepitosamente con un Héctor Valer impresentable e indefendible. Esperamos que el cuarto Gabinete lo presida alguien convocante, dialogante, concertador, pero con firme voluntad de cambio para las mayorías que eligieron éste y no otro gobierno.

Resulta indispensable actuar políticamente, plantear acuerdos programáticos básicos para enrumbar el gobierno, obtener resultados y llegar a buen puerto. Ni la vacancia ni la renuncia ayudan a resolver la actual crisis política. Necesitamos trazar políticas de Estado, como corresponde, si pensamos en el país a largo plazo, construyendo confianzas y convocando a una gran unidad por el cambio.