El drama de Villa El Salvador sigue contando víctimas. Su enorme impacto social y político ha desnudado clamorosas carencias sobre el tratamiento médico de los quemados y también de la situación de los bomberos que tratan de evitar que los incendios dejen tanto dolor como el de las familias que vivían en el camino de un camión irresponsablemente autorizado para trasladar gas de manera riesgosa. Este drama provocó una cadena de renuncias desde el presidente de OSINERMING hasta el ministro de Energía y Minas y fue punto de partida de la mayor crisis ministerial de este gobierno.

Los quemados son los enfermos más terribles y más aún si son pobres. Su vida corre peligro y si sobreviven será con horribles secuelas físicas y sicológicas. Los gobiernos se preocupan por su tratamiento, los avances médicos y sobre todo por la adecuación de hospitales y clínicas. En este caso, los más de 30 muertos necesitaron sangre y medicación especializada sin encontrarlas. Los Bancos de Sangre están desabastecidos y las Emergencias sin las condiciones especiales para no contaminarse y morir. Por esto la urgencia de mejorar la Unidad de Quemados en el Hospital Loayza del MINSA, que recibió varios de los grandes quemados sin brindarles el aislamiento indispensable ya que la pérdida de piel los expone a enormes riesgos. Desde el desastre de Mesa Redonda la unidad ha venido exigiendo atención, sin obtener respuesta. El virtual congresista Omar Chehade comenzó su gestión con una visita a las víctimas y encontró un cuadro dramático de carencias, que se ha comprometido a ayudar a superar. Ojalá.

Y quienes también claman por ayuda son los bomberos que dependen del Ministerio del Interior, que no les brinda mayor atención ni presupuestal ni de equipos. Los bomberos profesionales, no voluntarios, están malamente pagados desde hace mucho tiempo a pesar de que arriesgan permanentemente la vida por la sociedad. Alarmante negligencia y deshumanización.