De Conga a 28 de Julio
De Conga a 28 de Julio

La izquierda peruana ha estrenado una nueva estrategia para convertir derrotas en triunfos. Pierden en las elecciones, pero ganan en las decisiones. Y entonces, ante la cada vez mayor pasividad de un gobierno que se deja arrinconar en sus deberes y atribuciones por el cínico discurso de que aplicar la ley es violar derechos (¿?), despliegan acciones de violencia populachera para paralizar las obras que requiere el país para su desarrollo y así impulsar su propia agenda política.

Tal cosa sucedió en Conga y Pichanaki, y por qué no decirlo, en Bagua. Viene ocurriendo ahora en Tía María. Y hoy, tal despropósito se instala en Lima, buscando paralizar una gestión municipal que apenas está comenzando. No contentos con haber dejado varias “bombas de tiempo” a la nueva gestión, la izquierda derrotada del 9% pretende imponer su voluntad al total de residentes capitalinos. No en las ánforas -como correspondería a quienes tienen real cultura democrática, de la que carecen nuestras izquierdas aunque se desgañiten proclamándola- sino en la anarquía de la protesta callejera.

Para ello, utilizan y manipulan gente que, posiblemente de corazón, creen que están defendiendo una causa noble. Allá, a comuneros poco informados. Aquí, a desconcertados jóvenes. No importa a la izquierda cuál es la carne de cañón que sacrificar ante la fuerza de la poca autoridad que queda, mientas ellos los digitan en la seguridad de la distancia. Aplican en Lima lo que mejor saben: frustrar, mediante la violencia y la demagogia, el progreso de la mayoría creando la ilusión de que la ciudad está perdida para fomentar el desánimo y el hartazgo, y después paralizar acciones de gobierno. Y si les resultó la receta con Conga ante un gobierno pusilánime, ¿por qué no repetirla en el by-pass de 28 de Julio?

Esta estrategia de la izquierda debe alertar a Keiko Fujimori y a Alan García. Si uno de ellos gana en 2016, la izquierda y sus movilizaciones los tratarán de descolocar desde el día uno. Cuidado que la pasividad y la complacencia de hoy -incluyendo a algunos medios que se compran el discurso de buena fe- compromete la gobernabilidad de mañana. No nos hagamos el harakiri sirviendo de tontos útiles a los perdedores de siempre.

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