Una sociedad sin organización, enteramente plana, es decir, sin autoridad (gobierno), es muy mala señal para asegurar su existencia. Por el decurso de la evolución, como muy bien lo sustentó Charles Darwin (1809-1882), dejamos la hominización -camino para hacernos hombres (homo sapiens), y luego la prehistoria, que fue la larga etapa de la humanidad -sin escritura- y todavía dominada por la BARBARIE, imponiéndose la ley del más fuerte (hegemón). Luego, la sociedad se aprestó a dar un paso relevante ingresando en su desarrollo a otra etapa determinada por los convencionalismos -acuerdos-, con reglas consuetudinarias u orales, y luego con el derecho, como el más eficaz instrumento para regular la convivencia y asegurar el ORDEN SOCIAL. Así, aparecieron sin diferenciarse, las normas morales (internas, de carácter religioso), las reglas de trato social (externas, solo censura social) y las normas jurídicas (también externas pero esencialmente punitivas), todas imperativas y sancionadoras según su naturaleza. La sociedad internacional, entonces, desde el comienzo ha seguido un proceso de evolución indetenible -acabemos con el falso mito de que en la Edad Media el mundo quedó estancado-, y a lo largo de los siglos, con el desarrollo del conocimiento, la ciencia y la tecnología (Revolución Industrial), el hombre ha sido capaz de llevar adelante con su intrínseca capacidad transformadora, el mejor desarrollo que su inteligencia le ha permitido, a fin de seguir asegurando, como en el alba de la civilización, su cara existencia.  En esta reciente etapa de la vida humana, ha tocado a los pueblos del planeta, experimentar las enormes bondades de la globalización -en síntesis: la sociedad virtual-, aunque también sus efectos, que a mi juicio, en la balanza, siempre inmensa y ventajosamente provechosos para el ser humano. En toda esta larga historia, la anarquía o CAOS pegada a los conflictos, ha sido una amenaza permanente. Mirando los recientes sucesos en EE.UU., todavía el hegemón contemporáneo, hoy sabemos que por no saber invertir en nosotros mismos, podríamos volver a los tiempos de las cavernas consumando la temida involución.

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