Estados Unidos y Rusia no tendrán más alternativa, conforme el realismo político de las relaciones internacionales, que pasar de la tensión y la disuasión de hoy sobre el asunto de Ucrania donde cada uno sigue pugnando por sus intereses en función del ámbito de influencia -la de Rusia-, a otra etapa de distensión.

A ninguno conviene la guerra. Los tiempos en el mundo, hasta para las contiendas bélicas, deben ser los idóneos pues no es cualquier momento de la vida internacional, por cierto, hoy todavía dominado por la pandemia de la Covid-19. Lo único cierto de lo que está pasando sobre Ucrania es que este país da la espalda a Rusia y quiere mirar a la OTAN y a toda la Unión Europea, legítimamente, por supuesto, y también que Rusia ha vuelto a ganar el protagonismo que perdió luego de la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas – URSS en 1991, cuando se produjo el fin de la Guerra Fría, ya adelantada por la caída del Muro de Berlín en 1989. Vladimir Putin, además, consigue que por las tensiones en el momento actual, debido a los desplazamientos militares de Washington y de Moscú, el precio del petróleo y del gas suban contribuyendo a las alicaídas arcas de Rusia.

La distensión tampoco es que se halle a la vuelta de la esquina pero deberá ser, a mi juicio, el paso lógico que seguirá a las medidas diplomáticas que solapadamente han emprendido ambos países. Rusia, que consigue apoyo de China, viene sosteniendo a los cuatro vientos, que no tiene ninguna intensión de invadir Ucrania -la región del Donbas- y EE.UU. solo desplazando sus tropas hacia las cercanías de Ucrania y de paso sirviendo de palanca protectora a la OTAN a la que también pertenece. Las tensiones en la teoría de las relaciones internacionales no son permanentes. Suelen tener sus picos como se ve por estos días, pero eso acabará. Por alguna razón la idea de la desescalada viene de Washington y de Moscú y no es gratuita.

El mundo concentrado aun en la pandemia y los estragos que viene dejando a su paso, presiona a ambos países a priorizar sus movimientos e intereses. Los de EE.UU. sin duda esencialmente políticos y los de Rusia, sobre todo económicos. En ese marco ninguno permitirá que el área de influencia que sostenidamente han venido defendiendo desde los tiempos de la referida Guerra Fría -que no ha vuelto- se pierda. Así será.