La crisis de los refugiados sirios ha puesto sobre la mesa la evidente hipocresía con la que se toca el delicado tema de los inmigrantes. Este asunto, que por muchos años tuvo como emblema la migración europea y latinoamericana a Estados Unidos en el siglo XX, hoy se convierte en fenómeno mundial. Y qué curioso: justo cuando aparece un aspirante a la Presidencia de Estados Unidos hablando en contra de los inmigrantes ilegales y le caen encima hasta las caderas de Shakira y los devaneos de Ricky Martin, también se pone a prueba la “generosidad” que se le exige a Trump, pero ahora a sus críticos.

Incluso los países latinoamericanos deberán asumir su cuota de refugiados. No hacerlo implicaría quedar muy mal en el contexto internacional, más aún cuando hemos gritado a los cuatro vientos que somos una región emergente y exitosa (?). ¿Cómo nos comportaremos con ellos cuando vengan por miles y miles? ¿Como lo hicimos los peruanos con los cubanos en tiempos de Carter o con los haitianos de hoy? ¿O como lo hacen los mexicanos en su frontera sur con los guatemaltecos, hondureños y salvadoreños? ¿O como los húngaros y griegos de estos días que tratan de pasarle la cuenta -cuándo no- a como dé lugar a Alemania?

Hay mucha hipocresía en el tratamiento de la inmigración. Y por años Estados Unidos ha sido objeto del mayor desprestigio, cuando probablemente sea el país que más ha absorbido migrantes de todo el mundo.

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