Deadpool y nuestras elecciones
Deadpool y nuestras elecciones

Carpe Diem 

Ayer por la noche vi Deadpool y mientras hacía la cola de ingreso vi salir no uno, varios niños, en grupo, con sus papás o solos. Personalmente fui con la expectativa de saber si la versión sería tan llena de mutilaciones, humor ácido, sexo explícito y violencia -física, verbal, emocional- como el cómic lleva. O sea, había que ser muy retorcido o muy tonto para ir con un niño a verla.

Ay… pero es una peli de superhéroes… Mi hijo tiene su piyama de Deadpool, mi sobrina ama que le ponga sus videos en Youtube… le compré a mi ahijado la máscara roja con negro. Y por último, yo quiero que la vea, pues. Es mi chamaco y yo decido qué está bien y qué está mal que vea.

Sí, supongo que eso fue lo que pensaron los que salían de la función previa a la mía. Luego veías a los chibolos saliendo. No me preocupaban tanto los adultos que salían con la cara torcida mientras mientras los niños les preguntaban “papá, qué significa que Deadpool se iba a manosear en la noche… ¿es bueno o es malo?”.

Me dejaron más intranquilo los que salían muertos de risa. Y lo que es peor (¿no me estaré poniendo viejo para esto?) los papás que salían riéndose con los herederos, de diez, doce años. En plan compinches. ¿Son tontos o qué? Yo veía con felicidad una vez que ingresé a la sala, cómo un papito abandonaba la película, harto. El buen hombre -de esos que seguro creen que las reglas están hechos para otros, o que piensa que es demasiado chévere para que un muñequito de historieta le altere el wawa wasi- se hartó cuando sus miniacompañantes dejaban de mascar cancha para que les expliquen por qué su héroe decía que tener un mal día es igual a usar un vibrador de lija.

Ahí está, pues. Todo esto a cuenta de que se nos vienen las elecciones. Y nos indignamos. Y nos jalamos los pelos. Y decimos que lo que este país necesita son “políticos decentes, gente que sepa sacar al país adelante, que haga leyes que nos beneficien”. No puedes ni siquiera respetar la infancia de tus críos ni respetarte a ti mismo y así quieres que el país cambie.

Saben una cosa, me alegro por los que lleven a sus niños a ver la película. En serio. Facilitará muchas cosas. Por ejemplo, cuando el país naufrague un poquito más y mientras todo se vaya al diablo, tu chico te pregunte casual “oye, papá, en qué momento se fregó todo”, podrías empezar tu explicación con ese día en la fila del cine.

Chimichanga.

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