El intelectual y escritor español Juan Manuel de Prada, en un artículo de 2015, dijo con extrema lucidez que, por la persistente e inquebrantable defensa de nuestras ideas y posición crítica hacia nuestra decadente civilización, sellada por el relajamiento de las costumbres, el decaimiento sostenido de los valores y el ascenso a escala universal del nocivo progresismo, “recibimos el desprecio de nuestros contemporáneos, que creen que defendemos ideas antediluvianas, irreconciliables con el espíritu de nuestro tiempo”. Estas críticas insuficientes y sin hondura, tanto del progresismo liberal como del marxismo en todas sus mutaciones, no tienen incidencia en quienes consideramos que la defensa de la vida y el reconocimiento de la dignidad sagrada de la persona desde el instante de la concepción hasta la muerte natural, es un principio no negociable. No influyen en nosotros las ideas que dicen que, no debe ser combatida la injerencia de organismos multilaterales en alianza con la fuerza financiera internacional de las ONG que buscan imponer mediante instrumentos legislativos el aborto libre (crimen intrauterino). Mucho menos, las ideas que dicen que, debemos excluir la religión de la vida pública de nuestras naciones, o que, debemos aceptar la narrativa estatista que busca agrandar el Estado, hundiendo a los contribuyentes para sostener la gran maquinaria estatal. Todas estas ideas han sido defendidas y debidamente argumentadas durante tres intensos días de la primera semana de octubre, en la tercera edición del Foro Panamericano de Jóvenes Políticos desarrollado en Lima, donde se congregaron jóvenes, políticos y periodistas de derechas, nacionales e internacionales.