La Defensoría del Pueblo es un órgano constitucionalmente autónomo que tuvo su origen en la Constitución de 1993. Le corresponde defender los derechos constitucionales fundamentales de las personas y de la comunidad, supervisar el cumplimiento de los deberes de la administración estatal y la prestación de los servicios públicos a favor de la ciudadanía. La figura del “defensor del Pueblo” tuvo su origen entre los años 700 y 500 antes de Cristo en la antigua Grecia. Hoy, casi todos los países del mundo cuentan con un defensor del Pueblo con similar responsabilidad.

Desde 1996 en que fue elegido Jorge Santistevan de Noriega como primer defensor del Pueblo, han ocupado dicho cargo otras personalidades como Walter Alban, Beatriz Merino, Eduardo Vega, Walter Gutiérrez, Eliana Revollar (como interina) y actualmente Josué Gutiérrez (elegido con aluvión de críticas por el Congreso de la Republica). Si bien la Defensoría del Pueblo no tiene facultad coercitiva, no impone sanciones, no aplica multas ni dicta sentencias, ejerce sus funciones a través del dialogo y la emisión de informes conteniendo “recomendaciones” dotadas de argumentos jurídicos y técnicos, tiene iniciativa para presentar proyectos de ley, atiende quejas, consultas y pedidos expresos de distintos ciudadanos en todos los rincones del país.

Su organigrama institucional incluye a un funcionario que ocupa la primera adjuntía, ocho adjuntías adicionales para temas tan variados como derechos humanos y personas con discapacidad, derechos de la mujer, medio ambiente, servicios públicos y pueblos indígenas, asuntos constitucionales, administración estatal, niñez y adolescencia, prevención de conflictos sociales y gobernabilidad, lucha contra la corrupción, transparencia y eficiencia del Estado además de tres direcciones, 28 oficinas y 12 módulos defensoriales en todos los rincones del país.

Nos preguntamos, ¿qué viene ocurriendo al interior de la Defensoría que ha generado la renuncia de ocho responsables de nueve adjuntías desde junio del 2023 a la fecha? Como bien decía Martin Luther King, “la esperanza de un mundo seguro y habitable recae en disciplinados inconformistas que se dedican a la justicia, la paz y la fraternidad”. Que la Defensoría del Pueblo, que ha costado más de 30 años forjar, no se diluya en manos de indisciplinados conformistas cuya misión sea silenciar y callar.