Utopia (Jockey Plaza), Larcomar, Mc Donald´s. ¿Alguien recuerda si se ha hecho justicia frente a estas muertes que pudieron ser evitadas? Seguramente no, porque en el Perú la justicia no tarda, simplemente, no llega. Ahora, el centro comercial Real Plaza de Trujillo, ¿tendremos justicia? ¿Cómo indemnizar a la madre que pierde hija y nieta, o al deportista que pierde pareja y su pierna? Simplemente, no hay cómo. La vida no tiene valor y la seguridad e integridad de las personas debiera ser lo más importante para todos.

En el Perú, esto no sucede ¿Cómo es que un techo colapsa por las lluvias? La tragedia de Trujillo desnuda nuestra precariedad institucional desde el lado gubernamental, pero también la precariedad empresarial. Sucedida la tragedia, solo queda reclamar justicia.

Nuestra Constitución, sabiamente, promueve una economía social de mercado, un modelo que busca equilibrar el crecimiento económico con el bienestar social. Sin embargo, este equilibrio se rompe cuando el mercantilismo y la corrupción prevalecen, permitiendo que establecimientos operen sin cumplir con estándares rigurosos de seguridad.

La tragedia de Trujillo nos exige reflexionar sobre nuestras prioridades como sociedad. Es imperativo fortalecer nuestras instituciones, erradicar la corrupción y asegurar que la justicia prevalezca sobre el interés económico. Solo así podremos construir un país donde el progreso y el respeto por la vida humana vayan de la mano. Solo así la iniciativa empresarial será viable. Considero que más que un empresariado socialmente responsable, necesitamos un empresariado socialmente inteligente y un sistema de justicia que realmente funcione.