Las democracias se distinguen por la alternancia política, lo que implica la regular transición del gobierno a otro a través de elecciones universales, libres y transparentes. Es el único régimen que admite la autocrítica por parte de los ciudadanos, lo cual permite su constante revisión y mejora. En contraste, las tiranías buscan mantenerse en el poder indefinidamente, utilizando cualquier medio necesario para suprimir a la oposición y evitar un cambio de régimen, pues, mientras las democracias permiten una pacífica transición política y renovadas oportunidades, las tiranías se consolidan mediante el control autoritario y la represión, configurando una sociedad en la que las libertades y los derechos humanos están severamente afectados.
Las tiranías también fomentan el masivo éxodo de ciudadanos al extranjero en busca de mejores oportunidades de vida. El régimen se mantiene en el poder con el respaldo del ejército y un aparato estatal compuesto por funcionarios alineados a sus propósitos que denominan: la revolución; sin embargo, también se encuentran bajo constante vigilancia y control de un servicio de inteligencia o control de daños, tanto en su ámbito laboral como en su vida personal, lo que crea un ambiente de temor y autocensura implacable. La frase “el pez por la boca muere” ilustra cómo las conversaciones casuales pueden ser peligrosas, ya que las autoridades podrían interpretar cualquier comentario como una crítica al régimen reinante y aplicar sanciones inmediatas que pueden llegar hasta la cárcel. De esta manera, si la democracia es una técnica para gobernar en libertad, la tiranía es un yugo para conservar un régimen a perpetuidad.