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Los gritos a favor de la descentralización se escucharon desde décadas atrás. En el periodo de Alejandro Toledo, un 7 de julio, el entonces presidente regional -denominación anterior a la de gobernador regional- de La Libertad, Homero Burgos, durante un discurso en la Plaza de Armas de la ciudad, en una fecha históricamente dolorosa y de remembranza de martirologio para el Apra -se conmemoraba la denominada Revolución de Trujillo de 1932, henchido de emoción, reclamó la descentralización del emblemático proyecto concebido décadas atrás por la proyección hayista: Chavimochic. “¡Chavimochic o revolución!”, exclamó arrancando no muchos aplausos.

La ironía es que, más de 15 años después, Chavimochic, en manos del Gobierno Regional de La Libertad desde el periodo de Toledo, sufre una paralización. Es verdad que el escándalo de corrupción de Odebrecht tiene que ver, pero la paralización inicial -desde 2016- es de entera responsabilidad de las autoridades liberteñas; ya que la Región no cumplió con la expropiación de tierras para el avance del proyecto.

Vale la reflexión. El proceso de descentralización, que se realizó imbuido de esperanza, no ha sido hasta ahora lo que muchos imaginaron. Basta con ver las cifras del avance de las inversiones públicas en los gobiernos locales y regionales. Basta con ver, por estas horas, la incapacidad para adquirir incubadoras que impidan la muerte de neonatos peruanos.

Lo que sí logró en gran medida la descentralización -valga la redundancia- es descentralizar la corrupción. Ahí tenemos el caso de César Álvarez en Áncash, y los de Beto Torres o David Cornejo en Chiclayo, solo por mencionar el norte, y sin mencionar a los Cerrón o Aduviri.

Este no es un alegato en contra de la descentralización y a favor del centralismo. No obstante, sí creo que es importante analizar en qué hemos estado fallando. Tal vez entregamos nuevos softwares a personas que apenas manejaban una computadora Pentium; le dimos un caballo de paso a quien a las justas montaba un jumento.

Total, la incapacidad está no solo en las regiones y en las provincias. Si no, miremos los índices de la ejecución de gasto en el Gobierno central. Urge una reingeniería nacional a la par de las reformas políticas.