Las cartas que el escritor Alfredo Bryce Echenique le escribió al filósofo Federico Camino, entre 1973 y 1997, han sido reunidas en el libro “Desde la hondonada 2” (Peisa, 2025) y son una muestra significativa de la caótica y efervescente vida del autor de “La felicidad ja ja” en Francia y España, mientras escribía sus celebrados libros “Tantas veces Pedro”, “La exagerada vida de Martín Romaña” y “El hombre que hablaba de Octavia de Cádiz”. En esta correspondencia, la segunda entrega del intercambio epistolar entre los amigos, que aparece junto a las ediciones conmemorativas de “No me esperen en abril” y “Un mundo para Julius”, tiene a un Alfredo Bryce envuelto en una compleja historia amorosa, sus esfuerzos para asegurar su trabajo de catedrático, sus líos y logros literarios y su trabajo de escritura de sus mejores obras. El autor peruano cuenta sus miedos, alegrías y sueños en una prosa que resiste a los años y que, pese a lo confesional de su lado más personal, tiene reflexiones llamativas sobre el amor, la escritura y la supervivencia también de un latinoamericano en Europa, acosado por la soledad y la excesiva compañía, ataviado por las dudas emocionales y maravillado con el avance de su carrera, sin caer en lo literario como tema central o en la pose del narrador tocado por la gracia, aunque por momentos lo parezca, inevitablemente. Lo más resaltante, y que hace interesante esta correspondencia en el tiempo, además de conocer algunos pasajes de la biografía de un escritor consagrado, es el nervio que brota de cada página, la fuerza vital de sus palabras, la luz y oscuridad de los pasajes que Bryce entrega, ahora, a sus lectores y a las miradas contemporáneas de los afectos y los vínculos. Esta publicación trae anotaciones a pie de página que contextualizan y enriquecen lo que cuenta el prosista. Las primeras páginas tienen a un Bryce preocupado por la salud de Julio Ramón Ribeyro, uno de sus amigos más entrañables y que, en esa época, sufría los primeros estragos del cáncer, enfermedad que padeció hasta su muerte en 1994 y que ha contado en libros como “Solo para fumadores”. Como parte de la lógica de las cartas, privadas en un primer momento, Bryce hace algunos comentarios descarnados, sin miramientos, de personajes resaltantes de la época. Las cartas de Bryce también brillan por su humor y su particular mirada sobre su propia experiencia en temas mundanos, quizá más importantes y complicados que los literarios.

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