Cuando parecía que la presidenta Dina Boluarte se había anotado al menos un punto por la forma serena y profesional con que ella y su administración manejaron la majadería del exguerrillero colombiano Gustavo Petro respecto a la frontera en común, ella misma sale con un disparo a los pies con la designación del censurado Juan José Santiváñez como ministro de Justicia y Derechos Humanos, lo que ha generado un rechazo casi unánime que tendría que generar la caída del premier Eduardo Arana.
Y digo “tendría” porque es evidente que este Congreso de medio pelo poco o nada va a hacer, pues está claro que existe una alianza tácita con el Poder Ejecutivo. Además, y parece que esto fue debidamente analizado en Palacio de Gobierno, esta semana es de representación, por lo que los parlamentarios andan en sus regiones de origen, quizá haciendo campaña con fondos públicos, pensando en cualquier cosa antes que en juntar firmas para echar al premier que ha permitido la presencia de Santiváñez en su gabinete.
Lo que ha hecho la mandataria, aparte de hacerse un autogol, es una burla al propio Congreso, pues fue este mismo Parlamento es el que sacó con sus votos al flamante ministro de Justicia y Derechos Humanos por incapaz, por haber fracasado en la lucha contra la inseguridad, aparte de la mochila que trae, cargada de investigaciones en el Ministerio Público y cuestionamientos. Si hasta resultaba un exceso haberle dado un cargo inventado de tercer o cuarto nivel en Palacio de Gobierno.
Pero la afrenta más grande es al propio ciudadano, el que exige buenos funcionarios para que administren los destinos de su país, que a la vez son los suyos. Hace pocos días la calle se indignaba por el hecho de que los congresistas quieran ganar más de 42 mil soles desde julio del próximo año a cambio de casi nada, y a los pocos días tenía que aparecer la presidenta Boluarte para premiar a un exministro censurado y con impedimento de salida del país, que venía de demostrar que lo suyo no es la gestión pública.
En un país normal, con un Congreso que haga su trabajo, el premier Arana debería ser enviado a su casa para que quien venga recomponga ese gabinete. Sin embargo, habría que ver si los comentarios aislados que han generado la designación de Santiváñez se traducen en firmas y más tarde en votos para una censura. Si es verdad que el Poder Legislativo representa directamente al elector que ha dado un escaño a sus miembros, debería ser capaz de recoger el malestar de la calle.