Ayer, la Policía Nacional con el decisivo apoyo de las Fuerzas Armadas logró al fin la reapertura de la Panamericana Sur, en Ica, especialmente en la zona de Barrio Chino, donde grupos de delincuentes no solo había bloqueado la vía desde hace más de una semana, sino que no dudaron el masacrar a los policías que la semana pasada fueron enviados solo con escudos, varas y gases lacrimógenos, a desalojar a esos sujetos.

Esta acción demoró demasiado en llevarse a cabo, pero se hizo y hay que aplaudirla, pues se ejecutó sin que haya al menos un herido. Esto es muy saludable, pues se preservó la integridad hasta de los delincuentes que habían tomado la carretera, y de paso se evitó que sectores de la izquierda se aprovechen y busquen rédito político en los muertos y demás afectados. Han tenido que quedarse callados.

La noticia fue confirmada por el premier Alberto Otárola y por el ministro del Interior, Vicente Romero, quien adelantó que en los próximos días se despejarán los ilegales bloqueos en regiones como Madre de Dios, Puno y Arequipa, a fin de permitir que diferentes ciudades del país dejen de sufrir por el desabastecimiento de alimentos, medicinas, combustibles y hasta dinero en efectivo. Incluso los enfermos podrán ser trasladados para recibir atención médica.

Otra buena noticia conocida en los últimos días es que el Poder Judicial ya ha comenzado a tomar acciones contra los delincuentes que tomaron la vía y atacaron a la Policía Nacional. Incluso un agente fue secuestrado, golpeado y está grave en Lima. Todo el peso de ley contra esta gente que de “manifestante” o “luchador social” no tiene nada. Son hampones y las identidades de varios de estos indeseables ya es conocida.

Es una lástima que las necesidades y justos reclamos de muchos peruanos postergados por sucesivos gobiernos y engañados por gente como el recluso Pedro Castillo y su cómplice Aníbal Torres, hayan sido aprovechados por vándalos, y también por ciertos políticos para llevar agua hacia sus molinos. Han hecho un vil uso de la pobreza y las expectativas de los más pobres para sacar algún provecho. Imperdonable.