El expresidente boliviano Evo Morales se encuentra es serios problemas con la justicia, pues la fiscalía ha pedido su detención por el presunto delito de trata de personas agravada, que es parte de un proceso que este impresentable que ahora sueña con ser mandatario otra vez a pesar de que la ley se lo impide, ha tratado de burlar escondiéndose en su feudo cocalero de El Chapare, donde es protegido por sus partidarios que toman carreteras y se enfrenten a la policía para evitar que se acerquen a su líder acusado de mantener relaciones sexuales con menores de edad.
Este revolucionario de bolsillo que salió del poder por la puerta falsa en 2019 para luego ser acogido por los gobiernos de izquierda de Argentina y México, cree que puede hacer lo que le dé la gana y que es capaz de burlar las leyes de su país con el apoyo de grupos afines a él. Para él, la “legalidad” viene de sus simpatizantes violentos, no de lo que manda la Constitución y el sistema legal. Como “buen” comunista, cree que haciendo ruido, gritando, quemando llantas y llenando una plaza, puede imponerse y hasta salvarse del brazo de la justicia.
Acá en el Perú, Morales tuvo un mal alumno llamado Pedro Castillo, que cuando se veía cercado por las investigaciones del Ministerio Público por sus escandalosos actos de corrupción, llenaba el patio de Palacio de Gobierno con prefectos y subprefectos con vistosos chalecos, así como con reservistas vestidos de militares, para que llegado el momento salgan a las calles a defenderlo y le salven el pellejo. Igual el chotano fue a parar a la cárcel por golpista y los presuntos robos que cometió desde el más alto cargo del Poder Ejecutivo.
Y mientras el padre del fracasado “modelo boliviano” se corre de la justicia que lo acusa de repugnantes delitos en contra de una menor a la que embarazó, con toda seguridad alista un discurso sensiblero de victimización basado en su origen indígena y su identificación con “el pueblo”, el mismo al que apelaba Castillo, quien con su sombrero en la cabeza aún dentro de Palacio de Gobierno, se mostraba como un profesorcito humilde de escuela primaria, rondero, campesino y que era víctima de “los poderosos, la derecha y la prensa”.
Qué bueno que para el Perú, Evo Morales es un indeseable que no puede ingresar a nuestro territorio. Acá, lamentablemente, tenemos demasiados abusadores de menores como para estar importando más. Y a propósito, sería bueno conocer la postura de la izquierda peruana respecto a los gravísimos cargos penales que pesan contra este sujeto que en tiempos de Castillo y Vladimir Cerrón en el poder, era recibido con alfombra roja y escolta policial, como si fuera una autoridad. ¿Alguna palabra al respecto?