Hoy, es el Día Mundial de la Justicia Social, celebración que fue acordada el 26 de noviembre de 2007, por la Asamblea General de la ONU, que consagró que a partir de su sexagésimo tercer período de sesiones, el 20 de febrero de cada año fuera relevada esta efeméride. Pero la justicia social como fue concebida por la ONU no es una entelequia, no es una utopía. Tiene que ver directamente con el resultado de los actos de la vida social ligados dominantemente al bienestar material de las personas y que por ese objetivo se conduzca a asegurar la dignidad de la persona humana. En otras palabras, las personas deben contar con oportunidades en su relacionamiento social que les permita asegurar una calidad de vida respetable. Los millones de latinoamericanos -entre ellos, más de 3 millones de peruanos- que se han quedado en el desempleo por la pandemia del Covid-19, han sido impactados en su proyecto personal y familiar de tamaño existencial. La justicia social debe asumirse desde el plano realista de las relaciones humanas como la circunstancia que produzca satisfacción y felicidad en la persona sin desamparo. No se trata de volcar acciones propias del populismo orientadas a la inmediatez que terminan siendo una bomba de tiempo en las personas más vulnerables que al final quedan en la más completa orfandad y frustración, convertido en el camino perfecto a la convulsión social como ha pasado en nuestra región durante el 2020, más aún, excitada por la pandemia. La justicia social tampoco es la satisfacción de reclamaciones filosóficas o abstractas que no aterrizan las verdaderas necesidades de la sociedad. La justicia social debe ser realista brindando a las personas reglas claras sin artificios, reglas justas, sin privilegios ni marginaciones, reglas verdaderas, transparentes, y no hechas bajo la mesa pues también terminan siendo letales para la respuesta de la sociedad diezmada por la burla a que ha sido sometida. La justicia social, entonces, es felicidad material y felicidad espiritual, pues faltando una de ellas no será jamás justicia social o justicia humana. Finalmente, para alcanzarla, no se la puede esperar de brazos cruzados. Es tarea de todos.