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El presidente Martín Vizcarra está frente al nudo gordiano que le ha mandado poner Keiko Fujimori, con ayuda de los apristas, para que no avance en su planteamiento de adelantar las elecciones generales al 2020.

Por lo que se vislumbra, el Mandatario, amparado en la aceptación popular, quiere hacer lo que Alejandro Magno al llegar a Frigia: solucionar el tema cortando el nudo gordiano de un certero sablazo y no perder tiempo en desatarlo, porque al final da lo mismo.

Pero mucho cuidado que, en el entendido del fujiaprismo, ppkausas disidentes, resentidos -porque no les dieron un ministerio-, sabelones y algunos opinólogos, una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa, y a otra cosa mariposa.

Bajo esta perspectiva, si Vizcarra corta el nudo, es decir, si apela a la cuestión de confianza luego de que el Congreso pare en seco su iniciativa de reforma constitucional, se habrá puesto la soga al cuello e, ipso facto, lo empapelarán con el expediente Chinchero para vacarlo.

Seguro que un panorama como este no le propiciaría ningún puchero a la vicepresidenta Mercedes Aráoz porque, si bien se ha mostrado contraria a la vacancia de su compañero de plancha, es partícipe de que este Congreso lamentable conviva en la animadversión general hasta el 2021.

“No nos van a doblegar, hagan lo que quieran, pero no podrán contra el pueblo del Perú, que se ha decidido a combatir la corrupción”, repite el jefe de Estado, levantando aplausos. Esto debe sonarle a algunos como lo que dijo Napoleón Bonaparte: “No me den consejos, puedo equivocarme solo”.

Lo ideal sería que al nudo gordiano lo desate el diálogo, pero vemos un diálogo de besugos.