En medio de la visita de un grupo de Alto Nivel de la OEA a nuestro país, el presidente Pedro Castillo ha dicho que si no respetan la voluntad del pueblo “tomaremos algunas medidas”, una mensaje que contiene una velada amenaza a los opositores al Gobierno. Y lo dice poco después que él y el primer ministro, Aníbal Torres, han pedido diálogo con todas las fuerzas políticas para poner fin al enfrentamiento entre el Ejecutivo y Legislativo. Es evidente que estos esfuerzos de ponderación y empatía se degradan con la realidad.

Hacen todo lo contrario a lo que pregonan. Por ejemplo, ayer en un colegio de Arequipa, el premier arremetió contra el Ministerio Público, demostrando una vez más su nulo respeto a la independencia de poderes. Y lo peor es que estuvo haciendo política, esparciendo su odio, en un escenario lleno de escolares, algo que en Correo rechazamos.

El jefe de Estado no se quedó atrás. Se reunió con algunos dirigentes populares, quienes en pleno Palacio de Gobierno y con la anuencia de Castillo, pidieron a viva voz que “cierren el Congreso” e “instalen una Asamblea Constituyente”, algo que polariza y divide a los peruanos.

Decir una cosa y hacer otra también genera inestabilidad e incertidumbre en el país. Si la demagogia reemplaza a la solución de los problemas de los peruanos, estamos en serios problemas. Eso genera desconfianza y al final repercute en nuestra economía. Para muestra un botón, la inversión privada cerraría en caída este año, según el Banco Central de Reserva.