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Algún día habrá que inventar un premio a la indolencia y entonces empezaremos a otorgar a muchas de nuestras autoridades las distinciones que se merecen. A Luis Castañeda Lossio, el alcalde de Lima, le dicen “El Mudo”, pero la semana pasada se le ocurrió volver a hablar para decir, muy suelto de huesos, fresco y canchero él, con un espíritu de alpinchista olímpico Río 2016, que el Puente Bella Unión, que une San Martín de Porres con el Cercado de Lima, no estará listo para este fin de año -como lo había anunciado- sino “para los primeros meses de 2017”. Que lo diga ya enerva, sobre todo porque la obra terminada agilizaría cada día el paso de miles de vehículos y un par de millones de usuarios que desde Puente Piedra, Carabayllo, Comas, San Martín o Los Olivos vienen o van para Lima en las extenuantes horas punta, pero la forma y lo que agrega el alcalde es aún más desolador. Según Castañeda, la obra “ha estado parada 4, 5 años, ya la iniciamos, hay algunos problemas, se están corrigiendo y asunto arreglado”. Como lo oyó, como lo leyó. Gracias a Susana Villarán se tiraron a la basura millones de horas hombre, impaciencia, estrés, sudoraciones, molestias, tensiones e incomodidades por el desvío criminal que alarga la ruta por ese trecho de 15 o 20 a 70 minutos. Pero al alcalde eso le interesa un pepino, y pese a que fue elegido para marcar una diferencia con su inútil antecesora, demuestra que es un poco más de lo mismo, un incompetente sin bufanda, una “Lady Vaga” sin revocatoria, un caviar de salón. Qué mala suerte, la misma Lima, amarilla o verde. 

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