“Uno se cree que los mató el tiempo y la ausencia. Pero su tren vendió boleto de ida y vuelta. Son aquellas pequeñas cosas que nos dejó un tiempo de rosas en un rincón, en un papel o en un cajón”. Joan Manuel Serrat escribió “Aquellas pequeñas cosas” en 1971, sin imaginar que los años lo convertirían en un clásico y que en su gira de despedida de los escenarios, al interpretar esas estrofas, resumiría los recuerdos de muchas vidas. Hace algunas semanas Lima recibió al cantautor para compartir ese adiós a los escenarios que él mismo decidió y que explica en pocas palabras:  “Veía que el tiempo se me acortaba, entonces me planteé que quizás era un buen momento para decidir presentar una última gira cuando se pudiera y dejar este buen sabor de boca que tengo con mi oficio, con la gente, con la música y con todo lo que me ha ocurrido”. Como si  esta despedida no fuera suficiente en tiempos en los que los géneros musicales arrinconan a los poetas de la canción, la noticia de la muerte de Pablo Milanés, dio una segunda estocada a las almas sensibles. El compositor de “Para vivir” falleció a los 79, dejando un legado impresionante de canciones que han trascendido al tiempo, a las modas y a las generaciones. Milanés, grande, irrepetible y también un hombre muy político, partió alejado de Cuba, a cuyo Gobierno criticó, convencido de que se alejaba del pueblo y lo reprimía sin justificación solo por reclamar libertades. “En el año 1992 tuve la convicción de que definitivamente el sistema cubano había fracasado y lo denuncié”, dijo el compositor, cuyas palabras no causaron simpatía en las autoridades de la isla, pero no le negaron la entrada como a otras voces críticas; él tuvo tiempo de despedirse y ofrecer un recital que quedó como un legado . Serrat y Milanés, uno recorriendo el mundo para despedirse de las giras y los aplausos, el otro ya inmortal, ambos representan a ese privilegiado grupo de músicos con estilos únicos, con propuestas propias y sobre todo; símbolos de esos sueños de luchar por un mundo mejor y más justo. Decirles adíós es como cerrar un ciclo de vigencia de grandes artistas que  privilegiaban la poesía para cantarle a la vida, quizás por eso, verlos alejarse provoca una nostalgia inevitable, una sensación de orfandad de cantores que van quedando pocos, lamentablemente.

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