Ayer, mientras el ministro del Interior, Gastón Rodríguez, daba la dolorosa noticia de que 83 policías han fallecido hasta ahora por coronavirus en sus esfuerzos por tratar de contener esta pandemia que cuesta cientos de vidas y se ha traído abajo nuestra economía, el Congreso se alistaba a autorizar la circulación de los taxis colectivos, lo cual es una verdadera aberración para el transporte, la seguridad ciudadana y la salud pública en medio de esta crisis.

Indigna que por un lado tengamos a peruanos poniendo el pecho, como lo hacen los buenos policías, los militares o los heroicos médicos y enfermeras, al tiempo que muchos congresistas, quizá frotándose las manos, han salido descaradamente en defensa de sus intereses que no quieren hacer públicos de manera de adecuada, para llevar agua a sus molinos. El solo hecho que la legalización de los taxis colectivos sea motivo de debate en el Congreso, en un verdadero escándalo.

Lo mismo fue la eliminación, al caballazo y pese a las advertencias, del cobro de peajes en las carreteras de todo el país mientras dure la situación de emergencia. No importaron ni siquiera los graves problemas legales a nivel internacional que más tarde deberá afrontar el Estado con esta norma, que solo beneficia a los transportistas de carga, pues el grueso de la población está en su casa impedida de circular. Se salieron con la suya.

Este Parlamento es un verdadero peligro. Tiene al populismo y al caradurismo como divisa. Lo más riesgoso es que con sus disparates de irresponsable arraigo popular, es más que seguro que están apuntalando las postulaciones presidenciales de sus líderes que de tener éxito, caería una catástrofe sobre el Perú. La pandemia nos distrae, pero no olvidemos que los comicios generales son en menos de un año y que la campaña ya empezó desde el Congreso.Los peruanos no tendríamos por qué ver estos espectáculos de parte de quienes han recibido el voto de la gente para legislar a favor del país, y no con la finalidad de llenarse los bolsillos, pagar favores recibidos en la pasada campaña o apuntalar postulaciones en las próximas elecciones, que sin duda nos podrían traer un gobierno de película de terror. Para eso no se entra al Estado, señores. Se entra para servir, como lo hacen los buenos policías, 83 de los cuales han caído.