El pasado fin de semana, en una función especial de un espectáculo llamado “Circo de los dioses”, la actriz y conductora de televisión Korina Rivadeneira fue víctima del delito de tocamientos indebidos que se produjo cuando fue invitada a bailar por uno de los integrantes del elenco del show. La artista, inmediatamente de ocurrido el hecho, se dirigió indignada a los responsables del evento para comunicarles lo que había sucedido y exigió que se sancione al responsable. A los pocos minutos, el video de la agresión llegó a las redes sociales y se hizo viral, lo que, además de difundir lo ocurrido, generó inmediatamente una serie de comentarios que no dejan de sorprender en pleno 2025. Si bien, en su mayoría los internautas se solidarizaban con la víctima y pedían un castigo ejemplar para el responsable del delito; con estupor, también se podía leer a hombres, y sorprendentemente mujeres, que señalaban a la exmodelo como la causante de su propia agresión por haber aceptado bailar en un show. Las teorías más absurdas sobre el origen del ataque eran esgrimidas por los seguidores, una más alucinante que la otra, pero todas cargadas de machismo, misoginía, falta de empatía y solidaridad, que siempre van a justificar la violencia contra la mujer hasta por su forma de vestir. Pero el mundo de las redes, plataformas y medios de comunicación tradicionales, no contestos con difundir antojadizas opiniones sobre la agresión a Rivadeneira, la volvieron a revictimizar cuando, tras la denuncia respectiva, se supo que el Poder Judicial dictó una condena de dos años y seis meses de prisión suspendida contra Vajda Zoltan Attila, el ciudadano húngaro por el delito de tocamientos indebidos. Nadie se tomó la molestia de averiguar que la celeridad de la sentencia fue porque el agresor se allanó a la figura legal de la terminación anticipada, admitió su delito y el proceso finalizó sin mayor trámite. Inmediatamente, otra vez la víctima cargaba sobre los hombros una realidad de la que ella no es culpable: la actual situación del Poder Judicial que no precisamente se caracteriza por la celeridad en los casos de violencia contra la mujer. La artista tuvo que cerrar su cuenta en las redes porque además de todo lo que ha tenido que vivir en menos de una semana, para muchos, ella es “culpable” de su propia agresión y porque es una figura mediática “la justicia la favoreció”. Cuando el caso podría haber servido para poner en la agenda el delito para combatirlo, todo se diluyó en ataques a la víctima. Para no creerlo.