Qué gusto da saber la cantidad de colegas columnistas, blogueros y troleros tan sensibles a la corrupción. Lo han puesto en evidencia en la semana que le dedicaron a la desafortunada donación recibida por el IPYS para financiar los premios al periodismo. Me hizo recordar esa escena bíblica en que, estando a punto de lapidar a la prostituta, el Señor le dice a la muchedumbre enardecida que el que esté libre de pecado lance la primera piedra. En ese caso no lo hicieron, pero en este, por el contrario, la turba lanzó las pedradas. Lo que es buena señal o, mejor dicho, podría significar que se sienten libres del pecado del que acusan. A mí me suena a reacción de conciencia sucia o a la manida técnica de gritar “Al ladrón, al ladrón…!” para desviar la atención a los perseguidores. También es notorio y sospechoso el sesgo de los estridentes bullangueros, esforzándose por etiquetar política o ideológicamente un hecho cuestionable. No les interesa verificar que la corrupción no tiene ideología exclusiva, ni partido político, no le pertenece ni a la izquierda ni a la derecha, ni a los de arriba o a los de abajo. Estamos a punto de llevarle tres, o cuatro, mandatarios de este país a hacerle compañía al que ya está preso -en lo que representaría la mayor catástrofe política de un país- y nosotros perdiendo espacio, megas, papel y tinta tirándole piedras a un grupo de periodistas prestigiosos. ¿O creen que Ricardo Uceda y Edmundo Cruz, que investigaron y descubrieron el entierro de las víctimas de La Cantuta, en otros muchos casos, son “mermeleables”? ¿O piensan que Álvarez Rodrich, que destapó los “petroaudios” siendo director de Perú 21 es “coimeable”? En esta profesión tienes que pisar callos y nadie te contrata para que te la lleves haciendo dulce de fruta.

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