Ayer acabó el trabajo en el país de la misión de la Organización de Estados Americanos (OEA) que vino a sostener reuniones con representantes de poderes públicos y diversos sectores de la sociedad, luego que el gobierno de Pedro Castillo apelara a este organismo multilateral para que le lance un salvavidas en medio de la turbulencia que lo agobia por su ineptitud y sus evidentes manchas de corrupción.

Sin embargo, habrá que ver qué ocurre luego de esta visita y del informe que se emita al respecto. En mi opinión, poco o nada podrá suceder, pues es evidente que acá no hay ningún golpe de estado en marcha, salvo en la imaginación de Castillo, su premier Aníbal Torres y su pobre canciller César Landa, quien dos veces ha aceptado ser ministro de Relaciones Exteriores de una administración dedicada desde el primer día a pisotear lo que algún día fue Torre Tagle.

Además, si la OEA sigue mirando de costado a lo que sucede en Venezuela y Nicaragua, donde se mata y encarcela a opositores políticos y periodistas, todo esto mientras su secretario general, Luis Almagro, anda entretenido en situaciones nada decorosas que le podrían costar el cargo, qué se puede esperar de este organismo que hace tiempo ha perdido el ritmo y más bien se ha vuelto en un apañador de tiranos y tiranuelos.

Lo que está claro es que si el presidente Castillo sigue en Palacio de Gobierno, es precisamente porque se está respetando al pie de la letra lo que ordena la Constitución. Si aún no se va, es porque en el Congreso no existen los votos para echarlo por incapacidad moral ni la posibilidad de suspenderlo debido a que el Tribunal Constitucional (TC) ha dejado sin piso una acusación por traición a la patria. ¿Dónde está el golpe de estado?

Más bien, el que ha lanzado una clara amenaza de cierre del Congreso al estilo Martín Vizcarra, pese a que el TC ya fue claro respecto a la infame “denegación fáctica de la confianza”, es el “demócrata” Pedro Castillo. Mucho cuidado con esto que podría darse en los próximos días, mientras en el Congreso están distraídos con el Mundial, la gratificación, la canasta navideña y las próximas vacaciones de verano.