El líder nace y también se hace. Hay personas que nacen con un talento natural para liderar y muchos otros se forman en la disciplina del gobierno durante muchos años. En todo caso, es imprescindible que los que tienen una posición de responsabilidad se ejerciten en las virtudes propias del buen gobierno. ¿Cómo formar líderes desde la escuela? Para formar líderes es preciso educar a la nueva generación en la disciplina de la virtud. Los modelos de la antigüedad están basados en el sentido común, en el reconocimiento de situaciones justas, bellas o verdaderas. Educar en la verdad y en la belleza era el objetivo fundamental del mundo antiguo. Y para eso era imprescindible conocer qué es verdad y qué es belleza.

Este ideal educativo es difícil de proponer en un mundo posmoderno que no cree en la verdad y que considera que la belleza es subjetiva. Es difícil pero no imposible. El relativismo de nuestro tiempo rechaza la idea de todo absoluto y por ende banaliza cualquier ideal de justicia o de virtud. No existe la virtud porque “cada uno tiene su verdad”. Y si cada uno es el dueño de la verdad, entonces la Verdad con mayúscula se diluye en la opinión personal. Siendo así, la práctica de la virtud pasa a convertirse en una tradición que no vale la pena conservar. Y así nos va.

Si queremos educar para el liderazgo debemos de formar a la generación del Bicentenario en la disciplina de la virtud. De lo contrario volveremos a sucumbir ante los falsos profetas de la cosa pública, tuertos en un mundo de ciegos adormecidos, césares con ánimo de tiranizar.

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