En solo medio año grandes pasos han dado Estados Unidos y Cuba en el proceso de restablecimiento de la relación bilateral que estuvo paralizada desde 1961 cuando rompieron sus relaciones a todo nivel. En efecto, el anuncio de Barack Obama y Raúl Castro en diciembre de 2014 sorprendiendo al mundo con el acercamiento insospechado, vio la primera buena química de esa nueva etapa cuando ambos mandatarios tuvieron un gran performance con expresiones afectísimas y amicales en la Cumbre de las Américas en Panamá de abril pasado, y la segunda con la decisión de Washington de retirar a La Habana de la lista de países promotores del terrorismo, hecho a fines de mayo. Ambos jefes de Estado habían adelantado que otra de las manifestaciones del proceso de firmes vinculaciones era precisamente la reapertura de las embajadas en ambos países. En términos de evolución del estrechamiento de la relación bilateral, sin duda el hecho mismo que decidan restablecer sus relaciones diplomáticas es lo más lejos a lo que están llegando en esta nueva etapa. Cuando dos países reinician la vinculación diplomática significa que ya no son los “enemigos” sin capacidad siquiera de mirarse a la cara uno al otro. El nivel diplomático resucitado rompe las pétreas barreras que tuvieron por más de 50 años. A ello seguirá un proceso de aceleradas manifestaciones que permitirá beneficios mutuos según las aspiraciones legítimas que cada país tiene. Por ejemplo, el servicio de internet, la renovación del parque automotor y las novísimas construcciones entrarán con mucha fuerza en la isla camino a su modernidad y los empresarios e inversores estadounidenses podrán llegar con las facilidades que no tenían en Cuba para apostar en este país. El mayor pendiente seguirá siendo el levantamiento del embargo que pesa sobre La Habana que se producirá seguramente al inicio del próximo gobierno estadounidense.