En las últimas horas en los pasillos del Capitolio, sede del Congreso de los Estados Unidos de América, cada vez más son las voces encontradas y discrepantes que se lanzan entre los propios miembros del Partido Republicano. 

Los temas en mayor debate siguen siendo el pedido del levantamiento del embargo sobre Cuba y la ratificación del acuerdo nuclear de los países miembros del Consejo de Seguridad de la ONU (Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido y Francia) más Alemania con la República Islámica de Irán.

El principal temor de los republicanos es que se produzca un efecto rebote inmanejable en contra de su férrea oposición a estos dos retos que el presidente demócrata, Barack Obama, hábilmente ha trasladado a su cancha dejándoles el peso de la responsabilidad histórica mirando los intereses del país.

La falta de sintonía republicana se refleja en los antagonismos que muestran, de un lado, sus principales candidatos (Marco Rubio, Jeb Bush, Ted Cruz o el excéntrico Donald Trump) que no cesan en oponerse al desbloqueo económico hacia la isla, y de otro, la posición de los congresistas de ese partido Tom Emmer (Minnesota) y Jerry Moran (Kansas) y junto a estos la del influyente senador Jeff Flake, apoyando la normalización total de las relaciones con La Habana.

Contando los meses y semanas por delante, los republicanos están, pues, entre la espada y la pared, pero deben decidir y definir la posición del partido antes que sean embalsados por el revés y la derrota. Oponerse febrilmente no es bueno en política, al contrario, puede ser letal.