Washington ha concluido que Irán ha estado detrás de la violenta incursión de milicianos en su embajada en Bagdad, la capital de Irak. No es que los proiraníes, miembros del grupo Kataib Hezbolá, hayan logrado ingresar plenamente en la sede diplomática. Por la arremetida solo pudieron traspasar los linderos de la Misión estadounidense sin que lograran llegar hasta las oficinas principales en que se refugiaron los miembros de la Embajada. Esto ha sido así porque después de la toma de la embajada estadounidense en Irán por universitarios en 1979 -a poco tiempo de consumada la Revolución Islámica que llevó al poder al ayatola Ruhollah Jomeini luego del derrocamiento del último sah Mohammad Reza Pahleví-, que produjo la sonadísima crisis de los rehenes, EE.UU. hizo una reingeniería en la estructura física de sus embajadas en el mundo -en Lima cuenta una pétrea sede en la Av. La Encalada, Surco-, particularmente en el Medio Oriente, donde todas cuentan con un verdadero bunker, realmente impenetrable, como acaba de suceder en Irak. A pedido de la Casa Blanca y conforme el artículo 22.2. de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas de 1961, el Estado receptor, es decir, Irak, que está en la obligación de brindar seguridad externa a la Embajada, lo que hizo restableciéndola en pocas horas. Más allá de que el ataque fuera asumido como una reacción por los recientes bombardeos estadounidenses sobre posiciones de Hezbolá, para Trump el régimen teocrático iraní está detrás de todo. No perdamos de vista de que los milicianos iraquíes son chiitas como la inmensa mayoría de la población iraní, de allí que tenga sentido la vinculación que mantienen con el régimen de Teherán. Aunque no es un secreto de que la relación bilateral entre Washington y Teherán no ha sido la mejor desde 1979, la de ahora es realmente muy mala y tiene como contexto, la decisión de Trump de patear el acuerdo de un programa nuclear de los países miembros del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania con Irán, y con ello, la reanudación de las sanciones sobre Teherán. Ambos gobiernos, entonces, con una relación fracturada, al inicio de 2020, actúan por la herida abierta y eso no es bueno para la seguridad mundial.