No sabemos cuánto tiempo pervivirá el mundo multipolar, que es el mundo horizontal, es decir, en el que los principales actores (EE.UU., China, Rusia, India, Reino Unido, etc.,), que son los que tienen más poder en el planeta, se ubican en el mismo nivel de influencias, sin jerarquías, pues ninguno es más poderoso que el otro; sin embargo, no parece que será por largo tiempo, porque todos quieren ser el soñado hegemón, es decir, el súper poder mundial. Eso es verdad y aunque también lo es que no existe el poder perpetuo, donde el que lo cuente hará cualquier cosa por mantenerlo lo más posible, es incontrastable que seguirá pasando de uno a otro actor, cíclicamente, como ha sido a largo de la historia de la civilización, registrando a los sucesivos hegemones: Sumeria, Babilonia, Persia, Macedonia, Egipto, Grecia, Roma, la Iglesia, Carolingia, España y Portugal, Bélgica, Holanda, Francia, Inglaterra, EE.UU. y Unión Soviética, y otra vez EE.UU. Los hechos inesperados pero cualitativamente transformadores del mundo como la pandemia del Covid-19, siempre jaquea al más poderoso, desnudándolo en sus propias vulnerabilidades. EE.UU. antes del 11-S parecía imbatible y el atentado de Al Qaeda mostró sus falencias como las que ahora afloran con más muertos y contagiados por el coronavirus. Menoscabado por segunda vez en menos de dos décadas, entonces, Washington tiene solo dos caminos. Recuperarse latigando y encimando a sus rivales o agonizar sin doblegar dando paso luego de la transición multipolar, al futuro hegemón del planeta.