La atmósfera de tensión que se vivió ayer en el Congreso de EE.UU., no debe ser minimizada. Mirando a la orgullosa historia política de los estadounidenses desde 1776 en que alcanzaron su independencia de Inglaterra, lo que ha dejado el asalto del Capitolio por una turba de supremacistas blancos, luego de ser arengados por el ahora expresidente, Donald Trump -murieron 5 personas-, ha sido un acto denigrante para la tradición política del país. Después de dos meses del episodio del pasado para no repetir, esta vez volvió como sombra, no siendo bueno para el presente y futuro políticos de la nación, y mucho menos para la imagen del país en esta etapa en que la nueva administración está abocada a reconciliar al hegemón del planeta con la comunidad internacional en lo que Biden ha denominado la estrategia del retorno al multilateralismo. En efecto, ayer la sede del Congreso y sus alrededores, parecieron otra vez como sitiados por un estado de guerra que no existe. La Guardia Nacional, que suele tener un protagonismo en momentos de gravedad para la seguridad nacional devenida de circunstancias políticas o de catástrofes, ha vuelto a ser el centro de la atención interna e internacional. Pero ¿Por qué corrió cómo pólvora esta amenaza de un nuevo asalto al Capitolio, si Trump salió muy bien librado del forzado juicio político promovido por los demócratas para inhabilitarlo de la función pública, que en buena cuenta sería de la aspiración del magnate neoyorquino de volver a postular a la presidencia en las elecciones de 2024?. Los republicanos deben haberse enterado de alguna revelación que haría el presidente Joe Biden cuando pronuncie su esperado discurso del Estado de la Unión, por cierto hasta ahora pendiente, calculando que el Congreso apruebe la tercera partida excepcional para combatir los estragos de la pandemia. Creo, finalmente, que Trump debería evitar la práctica de la amenaza y del berrinche políticos y dejar que Biden gobierne seguramente hasta esperar el momento de la capitalización de sus errores, y creo que Biden debe renunciar a su obsesión sobre Trump, pues habiendo conseguido la presidencia que tanto quiso, debería concentrarse en la vacunación de toda la población.