Hoy, los estadounidenses celebran 244 años de su independencia de Inglaterra. El 4 de julio de 1776 los conceptos de igualdad y libertad constituyeron la máxima expresión del derecho individual, cuando Europa era remecida por la Ilustración que estaba cuestionando el derecho divino que había legitimado a las monarquías absolutas como la que encarnó Luis XIV, que dijo “El Estado Soy Yo”, la más despótica hasta entonces conocida.

Así, la independencia de las ex Trece Colonias, se adelantó en trece años a otro no menos importante episodio universal como lo fue la Revolución Francesa del 14 de julio de 1789. Han transcurrido cerca de dos siglos y medio y el presagio del extraordinario poder planetario de EE.UU. solo fue imaginable por el enorme impacto del denominado “Destino Manifiesto” que jamás dejó de propugnar la grandeza americana.

Los 45 presidentes que ha tenido este país desde 1776 –republicanos o demócratas- no han perdido perspectiva sobre la misión de contribuir al engrandecimiento del país. Luego de la Primera Guerra Mundial pero sobretodo de la segunda, EE.UU. se hizo el hegemón del mundo.

Es verdad que primero en un mundo bipolar –en plena Guerra Fría compartió el poder mundial con la Unión Soviética-; luego unipolar, a la caída del Muro de Berlín (del comunismo) en 1989 y el estrepitoso declive soviético en 1991 que volvió a los rusos a la calidad regional de federación.

Por más de 11 años EE.UU. fue el único director del globo; sin embargo, el atentado terrorista de Al Qaeda de 2001, el más grave de su historia nacional, los volvió parte del mundo unimultipolar, pisándole los talones, China, Rusia, India, etc.

Hoy, que la pandemia del Covid-19, ha latigado a EE.UU. como a ningún otro país del planeta, lo ha confirmado como parte del mundo multipolar que no quería.