En pleno desfile por la celebración de los 246 años de independencia, en Illinois, EE.UU., 6 personas han muerto y otras 24 resultaron heridas por los disparos de un sujeto que, al cierre de esta columna, no había sido detenido. No cabe duda de que la fiesta nacional ha quedado opacada. El fresquísimo recuerdo de la matanza en Uvalde, Texas, en que murieron 21 personas, entre ellas, 19 niños y sus dos maestras de escuela, y una larga e interminable lista de otras balaceras en diversas partes del país, parece que no conmina a las autoridades a sentar cabeza para llevar adelante una profunda reforma que pasa por la derogación de la Segunda Enmienda a la Constitución de 1787 sobre el derecho de posesión de armas, cuya vigencia en pleno siglo XXI, es un completo despropósito.

En efecto, la defensa de la denominada Bill of Rights o Carta de Derechos estadounidense no tiene pies ni cabeza. Los tiempos de los vaqueros pasó hace ya mucho tiempo y es una regla adecuar el derecho a la nueva realidad. Ha sido tan pétrea esta enmienda que ningún poder político federal ha podido acabarla siendo defendida por la Corte Suprema como en junio último al sentenciar en contra de una ley de Nueva York que prohibió portar armas de fuego en público.

Luego del 11S (2001) muchas personas, principalmente jóvenes, decidieron “armarse” frente a la nueva realidad y de esa manera la enmienda se volvió una suerte de chaleco antibalas para una sociedad traumada por el impacto del ataque de Al Qaeda. Lo único penosamente cierto es que la tenencia de armas con los años se volvió inmanejable y masacres como la de ayer se han venido repitiendo sin que nada ni nadie pueda detenerlas. A pesar del referido júbilo nacional de ayer el tema no pudo ser esquivado por la opinión pública estadounidense. Las muertes por armas de fuego en EE.UU. hasta ahora no pueden ser neutralizadas y esa realidad sí que constituye una tragedia e impresiona la incapacidad para ponerle coto pensando en la seguridad ciudadana.

El asunto de fondo es que la anotada enmienda debe ser derogada y con ello aumentar los controles conocidos como “background checks” que fueron propuestos durante el gobierno de Barack Obama. De no ser así, seguiremos viendo a más rambos sueltos que matan inocentes en esta sangrienta larga lista de masacres en los últimos años.