La pandemia del Covid-19 no debería distraernos del problema del agua, cuyo día mundial ayer recordamos. Los científicos han concluido que hay un aumento en el nivel de los mares, siendo una seria amenaza para la seguridad del planeta. La temperatura del globo se ha incrementado hasta 0,75°C en los últimos 40 años y se calcula que para el 2050 lo será hasta en 2°C, acrecentando los deshielos. En los años 60, la humanidad comenzó advertir de las nefastas consecuencias de la industrialización salvaje. Fue percibida de que esa forma de construir la vida moderna estaba también amenazando severamente los recursos del mar y las aguas en general. Así, empezó a dejarse de lado la concepción tradicional del agua, que la consideraba un recurso abundante y, por ello, presuntamente inagotable. El 97% del agua existente en el planeta es salada y se encuentra en los océanos, así que su aumento no debería entusiasmarnos. El 3% restante son aguas dulces o continentales y la mayoría se halla en los casquetes polares y forma los glaciares (79%), hoy amenazados por el deshielo. Una porción menor (20%) son subterráneas y las aguas dulces superficiales –de los ríos y lagos- constituyen apenas el 1% por lo que el agua dulce, del que realmente dependemos todos los seres vivos, constituye menos del 1% del agua del planeta. Para una región como la nuestra, azotada por la pandemia, rescatemos que la más alta disponibilidad de agua por persona corresponde a América Latina y, según la UNESCO Sudamérica tendría más del 28% de los recursos hídricos renovables del planeta. La ONU calcula que, para el año 2025, alrededor de 1700 millones de personas sufrirán escasez de agua y se estima que más de 2,500 millones de personas carecen de acceso al saneamiento y más de 1,000 millones no tienen acceso a agua de calidad. La OMS confirma que cada día mueren 3900 niños en el mundo a causa del agua sucia y por enfermedades infecciosas, adquiridas por consumir agua contaminada. El Perú no se escapa. Nada más que en Lima, cerca de un millón de personas, no cuentan con agua potable -10 millones a nivel nacional-, debiendo comprarla. Siendo la ausencia o escasez del agua, una inocultable partera de los conflictos, no debería descuidarse su impacto geopolítico.