A veces el amor no es mirarse a la cara todos los días y decirse cosas tiernas. A veces es la suma de pequeños ejercicios de tolerancia para descubrir que luego de mucho, no son dos vidas si no una sola en dos personas.

El amor es sordo y sabe a chupe de camarones

La escena fue más o menos así. Ella dijo, oye, Chino ¿cómo se llama el entrenador de Alemania? El bajó el catálogo de electrodomésticos que estaba revisando en su sillón y le replicó, ¿qué dices?, no te oigo. La miró a través de sus lentes, fruncía el ceño. ¿Qué pasa con Alemania?. Ella, recostada en su lado de la cama le devuelve la mirada, como si esa pregunta la hubiese escuchado ya unas 45 veces solo esa mañana. Alemania...Alemania, le repite señalando hacia el televisor que hay en el cuarto mientras pasan el especial de los mejores goles del Mundial. Alemania. ¿Cómo se llama el entrenador de Alemania, el tipo que está guapo?

El, que había vuelto a revisar su catálogo con la tenacidad de un partisano ruso, se detiene un par de segundos y le responde sin apartar la mirada de la sección de los microondas. Joachim Löw, creo. O algo así. El que te parece guapo es ese. Y luego agrega, como para estar seguros de que hablan del mismo tipo, me parece que es el que le pegó un moco en la mano a Cristiano Ronaldo cuando lo saludó. Dicho eso, pasó la hoja de su catálogo y empezó a concentrarse en las refrigeradoras de dos puertas. Ah, sí, es él, respondió ella. Regio el tipo, todo serio, elegantísimo vestido de negro. Sí, el negro le sienta, vuelve a responder él, apuntando algo con su lapicero en una hoja del catálogo. Sí. Oye, Chino, vamos almorzando, que acabo de apagar la cocina y está todo todavía calientito.

Ocurrió unos meses atrás, y hace mucho tiempo que tenía ganas de escribir sobre eso. Lo iba a hacer en octubre, que es su aniversario de bodas, y como no pude, iba a hacerlo en noviembre, en el día que se conocieron. Se van por los 40 años de casados, y sí, todavía se acuerdan del día en que fueron presentados en un parque por el mejor amigo de mi papá y la hermana de mi mamá. Son mis padres y cada vez que pasábamos por ese bendito parque nos tenían que contar la historia de cómo fueron arrastrados a esa cita a ciegas, para hacerles la taba a los enamorados y armar dos parejas para salir.

Yo no voy a salir con ese flacuchento horroroso, pelucón, con ese bigotito ridículo y encima pantalones campana; mi madre repite siempre eso recordando cuando su hermana le pedía que la acompañe, por favor por favorcito, que a cambio ella cocinaba todos los fines de semana de varios meses, que la vieja -mi abuela- no la quería dejar salir sola y que no le podía hacer eso, que para algo eran hermanas, que ella conocía al amigo de su novio y no era mala gente, cara de pavo nomás, pero lo bueno es que a veces su papá le prestaba el carro y encima los dos estudiaban en la misma universidad, que iba a ser arquitecto y seguro tenían montones de cosas en común. Ya pues hermanita, acompáñame para salir los cuatro.

Oye, ¿me haces la taba con la hermana de mi enamorada para salir? Ya, pues.

Y salieron, y siguieron saliendo. Se enamoraron, se casaron y tuvieron tres hijos. Y allí siguen. Ella preguntando cómo se llama el alemán guapo que le gusta, y él respondiendo desde su sordera que sí, que el tipo está pintón, pero que a ella le gustaba más Germán Leguía desde que lo veían en el Mundial de Argentina 78. Ah, tienes razón, pero cómo está acabado el pobre, no; te he preparado chupe de camarones, que tanto te gusta. A ver, dice él, acostumbrado a sancocharse con sopas, chupes y caldos cada verano, porque mi madre tiene el termostato malogrado, según él. Acostumbrada ella a llamarlo cinco o seis veces, que la mesa está servida, maldita sea, cada día estás más sordo, por Dios Santo, qué necio eres para no quererte ir a revisar.

El acordándose del día en que la llevó a pescar, y que ella harta de no sacar nada con sus anzuelos, se cansó y tiró todas las carnadas al mar, y que poco faltó para que el resto de pescadores no la linchen, felizmente que era bióloga marina y sabía de esas cosas. Ella recordándole cómo lo quiso estrangular el mismo día de su boda, porque ella, que estaba perfecta, hermosa, esplendorosa y radiante lo vio aparecerse en la iglesia con los pelos todavía chorreando agua, recién salido de la ducha, hijito no sabes la rabia que me da solo de acordarme, yo no sé que haría tu padre sin mi, francamente.

Yo no sé que haría sin ti, es verdad, le dijo una vez él muy serio. Pero de todas formas prefiero que tú te mueras primero, no yo. Para que no tengas que pasar por la pena de que después de una vida entera, ya no estemos juntos.