El 15 de marzo, como hoy, del año 44 a.C. murió asesinado Julio César, uno de los personajes más importantes de la historia de Roma. Por su sonada aparición durante la denominada etapa de la República -Roma tuvo tres: Monarquía, República e Imperio-, su asesinato ha pasado a la historia universal como uno de los hechos más impactantes que desnuda las pugnas y las conspiraciones por el poder político, lo que se ha repetido en diversos momentos y episodios de la vida de la sociedad internacional.

César, que progresivamente había ganado espacios en Roma durante su ascendente carrera política -fue cónsul y formó el denominado Primer Triunvirato con Pompeyo Magno y Marco Licinio Craso, sus aliados políticos-, además de conseguir el reconocimiento del pueblo romano y ganar el aplauso del Senado por sus victorias militares, había conseguido acrecentar el número de sus enemigos que en prospectiva no lo querían para conducir los destinos de la República.

En efecto, Marcus Junius Brutus, lacayo y títere dominado por Casio, enemigo acérrimo de Julio César, y por si fuera poco hijo de Servilia, la amante del César, junto con otros senadores de Roma, porque ni siquiera se atrevió a hacerlo solo por el riesgo a fracasar, asesinaron al César hace 2065 años, consumando el mayor crimen conocido durante la Gran Guerra Civil Romana del mundo antiguo. En la circunstancia muy bien planeada de concretar el magnicidio, César llegó a recibir 23 heridas de puñal y las narraciones cuentan que en el momento de su aciago final, logró herir en el muslo a Brutus.

La traición es de los más bajos gestos humanos en los que confluyen el arribismo con la cobardía. Los hombres que tienen poder deben mirar con discreción a los que los rodean como más cercanos porque los traidores jamás se hallan lejos. Más de mil años después también sucedió con William Wallace, el máximo héroe de Escocia, que fue traicionado por su amigo y compañero de armas Sir John de Menteith, vendido a los intereses de Londres. Octavio, que formará el Segundo Triunvirato con Marco Emilio Lépido y Marco Antonio, sobrino del César, al final terminó empoderado y persiguió a los asesinos e inauguró el Imperio de la poderosa Roma del mundo antiguo como César Augusto.