Hace unos días me preguntaron si el oro perjudicó a Pataz, a lo que respondí que dicho metal no era un descubrimiento reciente, sino que el crimen organizado llegó de la mano de la minería ilegal e informal como seguridad particular para resguardar los socavones de los ladrones en los últimos 10 años. En ese momento, los delincuentes más prontuariados vieron que el negocio era fácil y se adueñaron de la ciudad.
Los criminales de bandas organizadas de Trujillo fueron llevados a Pataz a cuidar minas. No les pagaban nada mal, pero la onza de oro en el mercado negro vale más que cuidar forados. Entonces, fueron la informalidad y la ilegalidad las que abrieron las puertas al hampa a la provincia liberteña que se encuentra demasiado alejada (a 24 horas vía terrestre de la capital Trujillo).
De esta manera, las bandas criminales trujillanas fueron convocadas para hacer negocios en Pataz. Así fue como Los Pulpos, Los Malditos del Triunfo, entre otras, expandieron su negocio sangriento. Los peces gordos de la minería contrataron tiburones para que los protejan y ya saben cómo está avanzando ese arriesgado contrato. Las 13 personas asesinadas fueron blanco de grupos contratados para robar y extorsionar. El estado de emergencia en la provincia puede ser un aliciente siempre y cuando en ese lapso se trace una estrategia perenne. Porque no siempre estarán los mil policías en la zona y tampoco los delincuentes paralizarán sus labores criminales. Como ocurrió alguna vez cuando hubo un escuadrón de la muerte en Trujillo, el hampa continuó con su crimen en otras ciudades empeorando la situación. Ojalá no sea este el caso.