Nadie en su sano juicio podría oponerse a que en el Perú el presidente en funciones tenga un sueldo de acuerdo con sus altísimas responsabilidades, por lo que haber mantenido el ingreso del jefe de Estado en 15 mil 600 soles no es otra cosa que un acto de demagogia que debió ser corregido hace tiempo, pero no por una mandataria con un histórico nivel de desaprobación, famosa por su frivolidad suicida (casos Rolex y cirugías) y que en dos años y medio de gestión no ha hecho más que demostrar que el cargo le ha quedado inmenso.
El incremento de la remuneración en más de 120% se da en el momento menos indicado, no porque vaya a generar un forado espantoso en la Caja Fiscal como podrían señalar algunos, sino por el gesto político de la señora Boluarte de aumentarse el sueldo a sí misma cuando su popularidad está por los suelos, no logra controlar la inseguridad en las calles, no es capaz de armar un buen equipo de gobierno, la salud y la educación públicas son un desastre, y la gente en la calle hace malabares por ganar un sencillo para llevar a casa.
Entiendo que cuando en 2021 la señora Boluarte postuló en la plancha presidencial de Perú Libre al lado de Pedro Castillo, sabía cuánto ganaría en caso de relevar al hoy recluso del penal Barbadillo. Si no estaba de acuerdo con el monto por la razón que fuera, tranquilamente pudo quedarse como administradora de la sede de Reniec cercana al óvalo de Higuereta o buscar mayores ingresos como abogada, en lugar de aspirar a un cargo que tenía una remuneración que no cubría sus respetables expectativas. Nadie la obligó.
Si para el Consejo de Ministros era tan importante aumentar el sueldo de los presidentes del Perú, que de hecho lo es, el incremento que ha autorizado –entiendo que por unanimidad–, debido a que los mandatarios de países vecinos cobran más y otros argumentos, debió correr a partir del 28 de julio del próximo año, a fin de que sea el nuevo mandatario el que reciba ese ingreso y no la actual jefa de Estado que largamente no lo merece. Quizá apenas el 3 o 4% de los peruanos pueda estar a favor de esta medida anunciada el miércoles último.
El aumento del sueldo presidencial es una cachetada a la mayoría de peruanos, especialmente a los más pobres. Si la jefa de Estado aún no se da cuenta de por qué la gente la rechaza con tanta fuerza en las calles, debería salir por un momento de su burbuja palaciega y ver que está en un país con millones de personas necesitadas que esperan que sus autoridades solucionen sus problemas en lugar de priorizar el bienestar de su bolsillo, lo cual resulta siendo casi una inmoralidad.