A muchos llama la atención de que la Unión Europea decida bloquear la exportación de las vacunas que producen algunos de sus países a países fuera de su territorio. No debe ser así. La actitud de los países europeos es absolutamente legítima y está fundada en el realismo político de las relaciones internacionales, a lo que, por cierto, muy poco estamos acostumbrados en América Latina y por supuesto en el Perú.

Deberíamos comprender con cabeza cada vez más fría de que en las decisiones y estrategias de los Estados o de aliados, no existe moral, sentimientos, etc., pues éstas se vuelven irrelevantes, nos guste o no.

Los Estados actúan según sus intereses y si éstos suponen la necesidad de excluir algunos procesos pues lo van a hacer como acaba de suceder con la decisión de la República Italiana de desistir del envío de vacunas para Australia. La previsión se convierte en una regla para las naciones del Viejo continente mirando el impacto de la pandemia del Covid-19 que los viene doblegando de manera inmisericorde, debiendo adoptar medidas de confinamiento cada vez que se produce altas arremetidas del virus traducidas en el número de contagiados y de muertos.

La pandemia ha vuelto a los países más individualistas que nunca y esa es una verdad que tampoco podemos ocultar. En nuestra subregión miremos el caso de Chile, Ecuador, Brasil o Argentina. Ninguno de sus gobiernos nos ha referido su intención de formar una alianza para obtener vacunas en grupo. Nada de eso.

Cada uno ha velado por sus propios intereses y tampoco podríamos criticarlos por haber actuado de esa manera. Lo más grave que se desprende de la decisión europea es que las vacunas que las empresas farmacéuticas de esos lares que vimos y dejamos pasar el año anterior, ahora para conseguirlas, serán cada vez más complicadas.

El fenómeno del acaparamiento de las vacunas, que en esta columna advertimos tiempo atrás, es una realidad que no podemos evadir. Pero lo que estamos viendo no debería sorprendernos si acaso tuviéramos gobiernos que manejan equipos de profesionales con prospectiva de escenarios de crisis como la pandemia y además desde una mirada geopolítica. El menosprecio por esta práctica de Estado nos está pasando factura.