Desde una perspectiva académica, el Caribe se ha convertido en un espacio estratégico donde convergen intereses de seguridad, comercio y política exterior. Estados Unidos ha intensificado su presencia militar en aguas caribeñas, lo que justifica por la lucha contra el narcotráfico, y señala al Cártel de los Soles de estar bajo el mando de Nicolás Maduro. Este despliegue incluye aviones de combate, bombarderos y portaaviones, lo que ha generado un clima de tensión y advertencias.

Por otro lado, Venezuela interpreta estas maniobras como actos de intimidación y de violación a su soberanía, reforzando un discurso nacionalista y de resistencia frente a lo que considera una intrusión norteamericana.

Académicamente, la crisis se puede analizar bajo tres dimensiones:

Geopolítica: El Caribe, corredor marítimo vital para EE.UU., como espacio de proyección de poder político-militar.

Energética: Venezuela, sigue siendo un actor relevante por sus reservas de hidrocarburos.

Diplomática: La ausencia de relaciones, limita las negociaciones, generando un patrón de confrontación con episodios de diálogo condicionado.

Ante esta posibilidad, Rusia y China han manifestado que su interés frente a una posible intervención estadounidense es mantener su alianza estratégica y defender el principio de soberanía nacional con Caracas. Ambos países ven a Venezuela como un socio clave en Latinoamérica tanto por sus recursos energéticos como por su valor geopolítico.

En síntesis, la situación refleja un conflicto de baja intensidad con implicaciones regionales, donde la militarización del Caribe y la legitimidad política en Venezuela, entrelazados con los intereses de EEUU, Rusia y China. Este panorama evidencia cómo el Caribe se convierte en un tablero geopolítico clave para la hegemonía hemisférica.